jueves, 4 de noviembre de 2010

  • ¡Diles que no me maten!

Juvencio Nava mata a su amigo, a su compadre Lupe Terreros, por pelear las tierras fértiles de éste último. Las sequías duraron mucho tiempo y los animales de Juvencio morían por no tener donde pastar. El mejor lugar para pastar era el terreno de su compadre, pero éste no le permitía entrar. Por eso, desesperado, Juvencio rompía la cerca de Don Lupe todas las noches para llevar a sus animales a pastar. Después de varias advertencias, Don Lupe, enojado, le mata un novillo y la respuesta de Juvencio no se hace esperar: desata toda su furia contra su amigo.  30 largos años escondiéndose, tratando de hacerles ver a todos los demás habitantes de la región, que tuvo motivos para matar. Al principio dio en prenda sus animales, mas sin embargo, no le sirvió de nada; perdió su terrenito, se escondió en otro pueblo, y a lo largo de los años, su mujer terminó abandonándolo. No la buscó, porque tenía miedo de que lo encontraran, prefería seguir escondido y salvar su vida. Se quedó solo con su hijo Justino. Éste creció y se casó. Ahora tenía 8 hijos por quien velar. ¡Diles que no me maten! Le repetía una y otra vez a su hijo, y le pedía, casi exigía, que abogara por él. Pero Justino ya no deseaba interceder, porque temía que lo juzgaran por lo que hizo su padre y ahora debía proteger a su familia, que era numerosa. Esa era su primer responsabilidad y quería cumplirla. Juvencio seguía pensando que ya había pagado por su crimen con creces: 30 años huyendo, 30 años escondido, 30 años viviendo miserablemente. No merecía morir. Al menos, eso creía él. Ya era viejo, pero ahora, debía responder por su crimen. Había dejado una viuda y dos huérfanos, apenas de 5 años.  Por fin lo fusilan y su hijo lo regresa a casa, haciendo parecer que fue atacado por un coyote.
Rulfo, Juan. “¡Diles que no me maten!”. El llano en llamas. México: RM & Fundación Juan Rulfo, 2006.

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