El término educación no ha mantenido muchas marcas significativas de su sentido etimológico. No obstante, el acto de conducir, de guiar a un niño o a un adulto, arrancándolo de un estado inicial que se considera que ha de ser superado, sigue siendo el fundamento de la educación.
En la pedagogía contemporánea, la educación tiene un significado muy amplio y apunta a la totalidad de la persona.
Educar es transformar, actuar sobre una persona. Pero esta transformación y esta acción son aceptadas, o queridas o deseadas por el educado en una educación no autoritarista, hasta el punto en que cada vez más se habla de la acción de vuelta del educando sobre el educador.
La educación sería la acción reciproca de dos sujetos, uno con respecto al otro, y que conducirá a la transformación de dos personalidades presentes.
La diferencia entre el educador y el educado reside en la responsabilidad que tiene el primero con el segundo. El educador asume el deber de ayudar al otro a conocer, a saber, a saber actuar, a progresar aun si el educado atiende a su propio desarrollo y a este progreso, aun si desea o quiere su educación.
Responsabilidad por parte del educador, deseo y voluntad por parte del educado, pueden considerarse como los polos esenciales de la educación.
La educación compromete a personas consideradas tanto desde el punto de vista de su desarrollo moral, afectivo, físico, como desde el desarrollo intelectual y en la evolución de su saber.
Fuente: Mialaret, G. (1984). Diccionario de ciencias de la educación. Barcelona: oikos-tau.